8 de abril de 2016

HISTORIA DEL PATIO ESCOLAR

Hace treinta años en el contexto de una experiencia de acción autogestionada promovida por una organización de base que fundamos con unos vecinos del rural gallego, redacté una frase que me complace ver ahora reflejada por mi amiga y colaboradora Daniela Bequio, para defender en la patria de Franchesco Tonuchi, los valores de la psicología ambienta.Venía a decir que mucho más que la influencia de la familia o amigos, incluso de la voluntad de ser, estaba la del entorno y el paisaje. En una pequeña aldea gallega – para Neira Vilas – el templo de nuestra cultura- se encontraba la síntesis antropológica de nuestra razón de ser. Allí podría encontrarse resumido como la cadena de ADN de una célula puede representar todo un organismo complejo- los trabajos de Carmelo Lisón o Tadasi Yanai (con el que tuve el honor de hacer trabajo de campo) sobre la forma de ser y de entender la vida de los gallegos.

 
Yo nací en Uruguay y a los seis años me volví con mis padres. Para no perder curso, me mandaron a una pequeña aldea, en donde mi tía ejercía de maestra rural. No había luz eléctrica ni carreteras, nos venían a buscar en una yegua, después de un día entero tomando varios coches de linea.El patio escolar de aquella escuela en donde convivíamos niños y niñas de todas las edades, era un trozo de campo que como única comodidad tenía una barrera vegetal para protegernos del frío de la montaña en invierno y del sol del verano. Nuestras las hacíamos nosotros mismos con palos y piedras y el columpio era una rama de un viejo roble.

Hoy que exportamos sofisticados y certificados parques infantiles a todos los continentes, añoro para los niños de hoy, aquel “parque infantil” de mi infancia. No podía ser más biofílico pues estábamos rodeados de árboles y animales, nuestro parque infantil tenía lagartijas y grillos, incluso gnomos y leyendas. La variedad de género y edad de los niños fomentaba la amistad, la condolencia, el espíritu de protección, incluso el maquiavelismo para gestionar al fuerte o abusón. En definitiva, nos entrenábamos para ser adultos practicando el juego libre no dirigido, que años después estudiaba Konrad Lorenz y Francisco Braza con las herramientas de la etología, llegando a contundentes conclusiones que todos deberíamos de tener en cuenta para la educación de los niños y el urbanismo.

Nuestra iPad era el pizarrillo. Nuestro youtube, los cuentos de los viejos alrededor del fuego del hogar. Era imposible aislarse como los hikicomoris, porque literalmente nuestros amigos nos arrancaban de casa. Nuestra hogar era toda la aldea, las casas de todos, la pequeña plaza en donde se hacían los trabajos comunales y praderas donde pastaba el ganado. En todo ese espacio que nos parecía infinito, corríamos libres con la única asistencia de nuestro instinto y la emulación de los mayores. Ahora vivimos en ciudades tomadas por los coches, los parques infantiles y patios escolares son auténticos recintos vigilados celosamente por los adultos que median entre los niños limitando su capacidad de interrelaccionarse. Incluso estos días leemos propuestas de convertir el juego en el objetivo del “gran hermano”.


Ya no hay árboles donde trepar y los parques son asépticos y nada biofílicos. La mayoría de los niños padecen el síndrome de desarraigo con la naturaleza que se les presenta amenazante y peligrosa.
Si – como sostenía al principio- nuestra personalidad y nuestra cultura esta modulada por nuestro paisaje, me pregunto que quedará en nuestros niños de aquellos “Balbinos” de mi infancia.
  • La Doctora Daniela Bequio es pedagoga y desarrolla su trabajo en el ámbito del espacio público en Italia.
  • Franchesco Tonuchi es pedagogo y su trabajo “ La ciudad y los niños” es una obra de referencia en lo que respecta a la relación del urbanismo e infancia.
  • Carmelo Lisón y Tadashi Yanai son antropólogos . Carmelo Lisón cuenta con la Medalla de Galicia por sus trabajos sobre la cultura rural gallega.
  • Pizarrillo era una pequeña pizarra individual, con marco de madera que se usaba en las escuelas rurales, dado que no se disponía de papel y bolígrafos.
  • Balbino es el protagonista de la Novela de Xosé Neira Vilas – Memorias de un neno labrego – Memorias de un niño campesino.





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